Hoy paseo por una playa que no tiene arena. En su lugar hay piedras. Piedras blancas, redondeadas por el vaivén entre unas otras. Nadie quiere venir a esta playa. Está lejos de la ciudad y es poco accesible. Yo sí, aunque sólo sea para escuchar la marea arrastrando el manto, pétreo y blanco. Y allí va una ola. Que extraño sonido. Nadie quiere esta playa, la más íntima y deshabitada que pueda conocer. Muchos de los tesoros naturales a veces tienen un valor muy subjetivo, muchos son diferentes a como los habíamos imaginado. Allí va otra ola.